Y
ahí estaba Kratos, sentado frente al cadáver de su hija y su
esposa mientras entre lágrima y lágrima se preguntaba por qué
encomendó su alma al cruel Dios de La Guerra Ares.
Corría
el año 266 a. C cuando Kratos,liderando al ejército de Esparta
presentó guerra al numeroso ejército persa. Sus hombres se
contaban en miles, pero la sed de sangre de los Espartanos era
insaciable. Eran apenas mil soldados,los persas millones.
Presentaron
batalla en los Campos Elíseos. Los persas, liderados por el bárbaro
Agión formaban, incontables, frente a un millar de Espartanos
buscando venganza.
La
batalla transcurría su curso. Los persas , por muchos que fueran
iban cayendo ante las increíbles habilidades de los Espartanos.
Aunque por mucho más habilidosos que fuesen iban cayendo a mano de
millones de persas.
Mientras
tanto Kratos daba guerra a Agión, el bárbaro vikingo que emigró a
terreno Persa consiguiendo convertirse en el capitán de tan
grandioso ejército. Kratos, fuerte pero pequeño, Agión robusto y
gigante. En un intento de asesinar a Agión, Kratos acabó
desarmado.
Este
cerró los ojos y se encomendó a Ares, gritó tan alto como pudo:
-Ares,
a ti encomiendo mi alma si me salvas tanto a mí como a mis hombres.
Y
el cielo se abrió y Ares sublime y bañando en oro bajó del Olimpo
y destruyó a todo Persa que se interpuso.
Llegó
a Kratos en segundos , al que le otorgó las espadas de Caos, que se
fundieron en su piel, formando parte del mismo para el resto de la
Eternidad.
Y
así fue como los espartanos ganaron esa batalla.
Pero
el alma de Kratos seguía perteneciendo a Ares. Este le mandó a la
aldea en la que vivía la propia familia de Kratos, aunque este,
cegado de sed de sangre arrasó con todo a su paso.
Se
encontró al mismo oráculo, que le advirtió que no siguiera
adelante, o se arrepentiría. Este, ansioso de venganza prosiguió
hasta la ultima cabaña en la que entró y mató a todo ser viviente
que había dentro. Pero de lo que no se dio cuenta cegado por las
órdenes de Ares fue que las últimas personas a las que asesinó
eran su hija y su esposa.
Y
ahí estaba Kratos, sentado frente al cadáver de su hija y su
esposa mientras entre lágrima y lágrima se preguntaba por qué
encomendó su alma al cruel Dios de La Guerra Ares.
ÁLVARO
MUÑOZ MATA 3º D
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