Ana Díaz Navarro

on jueves, 13 de diciembre de 2012

  Aquel día amaneció demasiado pronto, o quizás solo fue una impresión. La tenue luz que se colaba por los barrotes no aportaba demasiado sobre lo que ocurría en el exterior. Le dolía todo el cuerpo, pero especialmente la espalda. La dureza del lecho y el estado avanzado de su embarazo le robaban el sueño. Con dificulta logró apoyarse en un codo para incorporarse. Un repentino pinchazo le sorprendió al empezar a andar. No necesitó más. Le temblaban las piernas.

  Hacía apenas nueve meses, la misma mujer paseaba desorientada por el bazar de Herat. El sol abrasaba las calles. Muchas, como ella, habían salido de sus casas ese día sin necesidad ya de ser acompañadas por hombres. Aquello era un caos: los puestos desordenados cruzando la calle, envolviéndola con sus telas de colores vivos, los comerciantes hablando a voces, las mujeres regateando, ratas en los desechos, niños tirando de las faldas de sus madres y, al cruzar la esquina, en la lejanía, un coche se aproxima a ella con demasiada velocidad. Al principio no hizo más que sobresaltarse. El vehículo se detuvo frente a ella y un hombre robusto se bajó del asiento del copiloto, mirándola fijamente. Le tapó la boca con una mano sudorosa y la arrastró hacia el asiento trasero, donde pudo mirar, por primera vez, a los ojos al hombre que conducía. Sintió náuseas. En ese momento entendió lo que iba a pasar.

  Nefise fue condenada a un año de cárcel en un juicio celebrado tiempo después de su violación. En él contó su versión de los hechos, pero aun así, el juez la acusó de delito sexual. Tras dar a la luz y cumplir condena deberá casarse con su agresor.

  Nefise no fue la primera ni será, por desgracia, la última. Con quince años, sola, tirada en el suelo de una cárcel afgana y a punto de dar a luz, deseó que no naciera niña.

Autora: Ana Díaz Navarro 1ºBCT A
Publicado por: Paula Palomares Guerrero 4ºESO C