El Juego

on viernes, 3 de febrero de 2012

Estaba en un café de mala muerte, lleno de gente fumando  y camareras a las que te asustaba pedirle un mísero café con leche. Las paredes estaban amarillentas por el humo del tabaco, aunque tampoco se podían distinguir mucho por la poca iluminación del garito. Toda la gente que estaba sentada allí no parecía venir de muy buena familia que digamos, ni tampoco tenían cara de haber roto nunca un plato pero en ese aspecto no debería quejarme, ya que yo tampoco estoy aquí para hacer nada bueno.  Todavía sigo sin entender cómo he conseguido llegar hasta aquí sin perderme, porque éste es un café de carretera apartado de la sociedad, por eso mismo quería citarme allí con mi víctima. Quizás no debería llamarle víctima, ya que si el trueque estaba en regla no debería salir herido nadie, pero me gusta darle emoción a la cosa.

Las 10:00 am, hora del encuentro. Se abre la puerta metálica poco a poco y aparece la silueta de mi colega de negocios, Charlie. Es un tipo delgado, siempre trajeado y engominado hasta las trancas, parece sacado de una película de los años cincuenta. Le hago un gesto con la cabeza y se acerca.

-¡Hey! ¿Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos?

-Fuera bromas Charlie, más te vale traerlo todo.

-Venga ya tío, ¿no me vas a dejar ni que me tome un café contigo?

-Pide algo rápido, tengo prisa.

Minutos más tarde la camarera nos trae dos cafés.

-Veamos, John, quiero que entiendas que este año no nos ha ido muy bien a mi familia y a mí. He tenido que apretar el gatillo varias veces para traerte todo esto, aquí tienes.

-(Abro el maletín) ¡Te dije cien de los grandes!, ¿Dónde está el resto?

-John, John, relájate, tengo la otra mitad en el coche, no quería arriesgarme a traer tanto dinero aquí. Bebe lo que te queda y vamos a mi coche.

Llamo a la camarera y le pago los cafés de mala gana. Charlie y yo salimos fuera y miramos a nuestro alrededor, no hay nadie, no pasa ningún coche, todo está desierto. Me dice que lo siga hasta donde ha aparcado el coche. Entre varios tropiezos con piedras y una  larga caminata divisamos el coche desde lejos, me extrañaba que lo hubiera aparcado a tanta distancia de la cafetería pero supuse que lo hizo para no levantar sospechas.

Justo cuando me sitúo delante del coche, Charlie abre la puerta y esconde algo en el bolsillo de tu chaqueta, se le nota una expresión enfurecida. Se vuelve hacia mí apuntándome con una Beretta 92, el tipo de pistola que usan en las fuerzas armadas. Doy un paso hacia atrás.

-No puedes hacerlo, controlo todos tus movimientos, acabaras a mi lado en el cementerio si lo haces.

-No estés tan seguro, John.

El disparo retumbó por los alrededores como un fuego artificial al estallar, a John se le acabó el juego.
                                                                         Araceli Valenzuela Ortega 3ºD

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