Estaba en un café
de mala muerte, lleno de gente fumando y
camareras a las que te asustaba pedirle un mísero café con leche. Las paredes
estaban amarillentas por el humo del tabaco, aunque tampoco se podían distinguir
mucho por la poca iluminación del garito. Toda la gente que estaba sentada allí
no parecía venir de muy buena familia que digamos, ni tampoco tenían cara de
haber roto nunca un plato pero en ese aspecto no debería quejarme, ya que yo
tampoco estoy aquí para hacer nada bueno.
Todavía sigo sin entender cómo he conseguido llegar hasta aquí sin
perderme, porque éste es un café de carretera apartado de la sociedad, por eso
mismo quería citarme allí con mi víctima. Quizás no debería llamarle víctima,
ya que si el trueque estaba en regla no debería salir herido nadie, pero me
gusta darle emoción a la cosa.
Las 10:00 am, hora
del encuentro. Se abre la puerta metálica poco a poco y aparece la silueta de
mi colega de negocios, Charlie. Es un tipo delgado, siempre trajeado y
engominado hasta las trancas, parece sacado de una película de los años
cincuenta. Le hago un gesto con la cabeza y se acerca.
-¡Hey! ¿Cuánto
tiempo hacía que no nos veíamos?
-Fuera bromas
Charlie, más te vale traerlo todo.
-Venga ya tío, ¿no
me vas a dejar ni que me tome un café contigo?
-Pide algo rápido,
tengo prisa.
Minutos más tarde
la camarera nos trae dos cafés.
-Veamos, John,
quiero que entiendas que este año no nos ha ido muy bien a mi familia y a mí.
He tenido que apretar el gatillo varias veces para traerte todo esto, aquí
tienes.
-(Abro el maletín)
¡Te dije cien de los grandes!, ¿Dónde está el resto?
-John, John,
relájate, tengo la otra mitad en el coche, no quería arriesgarme a traer tanto
dinero aquí. Bebe lo que te queda y vamos a mi coche.
Llamo a la camarera
y le pago los cafés de mala gana. Charlie y yo salimos fuera y miramos a
nuestro alrededor, no hay nadie, no pasa ningún coche, todo está desierto. Me
dice que lo siga hasta donde ha aparcado el coche. Entre varios tropiezos con
piedras y una larga caminata divisamos
el coche desde lejos, me extrañaba que lo hubiera aparcado a tanta distancia de
la cafetería pero supuse que lo hizo para no levantar sospechas.
Justo cuando me
sitúo delante del coche, Charlie abre la puerta y esconde algo en el bolsillo
de tu chaqueta, se le nota una expresión enfurecida. Se vuelve hacia mí
apuntándome con una Beretta 92, el tipo de pistola que usan en las fuerzas
armadas. Doy un paso hacia atrás.
-No puedes hacerlo,
controlo todos tus movimientos, acabaras a mi lado en el cementerio si lo
haces.
-No estés tan
seguro, John.
El disparo retumbó
por los alrededores como un fuego artificial al estallar, a John se le acabó el
juego.
Araceli
Valenzuela Ortega 3ºD
0 comentarios:
Publicar un comentario